La vida, en cada ser humano, es un deslumbramiento súbito. El pequeño Peter surge en el bello escenario alpino donde: “… dentro de mi pobre alma de niño, aún en blanco y llena de calma y esperanza, el reflejo de largo y el espíritu de las montañas dejaron la huella de su orgulloso existir…”. Y dentro de este contexto, Peter Camenzind empezaría la seria lucha de conocerse a sí mismo y el desgarramiento del amor con sus peligrosas ondas pasionales que hacen, al ser humano, conocer el éxtasis y el infierno. Finalmente, te vuelves filósofo que, en resumen, puede que te haga ser un poco más cuerdo. Y también, la antesala de lo inevitable. ¡Hora de izar las velas, viejo tío! Pero, ante todo, Peter Camenzind, es un resplandor de amor en un espíritu libre. Camenzind es, también, un foco poético de compasión.
En Peter Camenzind se compendía toda la comedia humana, inocencia, virilidad, amor, arte y una filosofía que nos lanza a la compasión. De ahí a la soledad ahí sólo un paso. Como final de cualquier historia, Peter Camenzind aspiraba implantar el secreto del amor en los corazones y a creer en una hermandad que alejara al género humano incluso de la pena y la muerte. Si no podía hacerlo habría que hacerle frente con espíritu fraternal.
-Contraportada