Un cuarto de siglo bastó para situar a Pedro Páramo como “la máxima expresión que ha logrado hasta ahora la novela mexicana”, y también para que alcanzara una difusión enorme dentro del mundo de habla castellana y fuera de él, como lo muestran el gran número de traducciones a diversos idiomas que de este libro se han hecho y el interés de la crítica expresado a través de multitud de ensayos. Lo anterior resulta aún más sorprendente si se tienen en cuenta las características peculiares de esta novela, que exige la colaboración constante de un lector en peligro continuo de perderse en un mundo fantasmal.
Dentro de su brevedad (determinada por el rigor y la concentración expresiva) Pedro Páramo sintetiza la mayor parte de los temas que han interesado (y afligido) siempre a los mexicanos: ese misterio nacional que el talento de Juan Rulfo ha sabido condensar por medio de los cotidianos habitantes del medio rural del sur de Jalisco (de Comala en particular, región inscrita ya en la mitología literaria universal), sus personajes muertos que “evasivos, reticentes, convierten en secreto el aire mismo, y se vuelven elocuentes como consecuencia de callarse.”
– Contraportada